Don Alejandro Pizarro Soto: El Hijo Ilustre que recuperó e inmortalizó la Historia de Lebu

Don José Alejandro Pizarro Soto, nació en Boca Lebu el año 3 de marzo del año 1923 y dedicó gran parte de su vida a recopilar la historia olvidada de la capital provincial, investigación que quedó plasmada en su libro “Lebu, de la Leufumapu a su Centenario 1540-1962”.

El historiador Pizarro Soto fue miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Además fue socio fundador del Centro de Estudios de Documentación Social de la Universidad de Chile y del Seminario de Estudios Históricos del Biobío. También fue socio de las Tertulias Medinenses de Santiago y colaborador del Museo Histórico Nacional.

Por su gran aporte a la identidad e historia de nuestro pueblo, se le otorgó la calidad de Hijo Ilustre de Lebu, mención con la que la Municipalidad honró el trabajo y compromiso de Pizarro por su ciudad natal.

Cabe destacar, que gracias a su investigación se pudo establecer el real día de la fundación de Lebu (que antes se celebraba los primeros días de enero), siendo actualmente el 8 de octubre.

Falleció a la edad de 75 años, a inicios de noviembre del año 1998. Su hija, Patricia Pizarro Silva compartió tiempo atrás en su blog «Tras las Huella de Lebu», un artículo escrito por el profesor Mario Eduardo Valdés Urrutia, de la Universidad de Concepción, que reproducimos a continuación.

JOSÉ ALEJANDRO PIZARRO SOTO Y EL OFICIO DE HISTORIADOR.

Por: Prof Mario Eduardo Valdés Urrutia (Universidad de Concepción)

NOTAS BIOGRÁFICAS A MANERA DE INTRODUCCIÓN

José Alejandro Pizarro Soto nació en Lebu el 3 de marzo de 1923. Fue el primer hijo del matrimonio de Hortensia Soto (oriunda de Lebu) y de Abraham Pizarro (oriundo de Ovalle). Sergio, Cristina y Gabriela Pizarro Soto fueron su hermano y hermanas (1).
A los 6 años de edad en 1929, ingresó a la Escuela Primaria de Lebu, ciudad donde transcurrió su niñez y parte de su adolescencia. En 1935 comenzó sus estudios secundarios en el Liceo de Lebu y como interno en el Liceo de Concepción. Cuando tenia 16 años en 1939, a raíz del traslado de su familia a Santiago finalizó sus estudios secundarios en el liceo José Victorino Lastarria. Posteriormente prosiguió estudios comerciales superiores en la Universidad Católica de Chile en 1945. En 1944 ingresó a trabajar a la Caja Nacional de Ahorros (hoy Banco del Estado de Chile), institución donde trabajo por 18 años, llegando a ser jefe de la sección canje.
En está época conoció a su primera esposa Silvia Silva Robles, con quien tuvo tres hijas (Patricia, Silvia, y Berta Pizarro Silva). De su segundo matrimonio con Hilda Alvarez Bustamante tuvo dos hijos. Posteriormente, de su tercer matrimonio con Marta Millahual Pérez hubo dos hijos: Nelson y Lautaro Pizarro Millahual. (2).
Desde mediados del siglo XX, Alejandro se destaca en el plano intelectual escribiendo artículos para la revista «Centauro», editada por la Caja Nacional de Ahorros Públicos y organizando en esta institución diversos encuentros literarios. En 1962 con los fondos de retiro del banco, instala una librería en Santiago, en la galería de Calle San Diego 119. A fines de 1963 da una conferencia sobre la colonia italiana residente, en donde se vincula en una fraternal amistad con Rafael Valentino, quien le ofrece un trabajo en la Industria de Productos Plásticos del Pacifico (PPP), a la cual ingresa como asesor bancario, desempeñándose posteriormente como jefe de personal, para luego ocupar el cargo de gerente general.
En 1970 trabaja como secretario de contabilidad en la editorial LAR (Literatura Americana Reunida) animada por el poeta Omar Lara. La pasión por la historia hizo de Alejandro un estudioso cuya formación es el área autodidacta. En su condición e investigador de la historia, durante su vida, Alejandro no solamente investigó y publicó diversos artículos y tres libros, sino también se dió tiempo para integrar diversas instituciones donde se impulsaba el cultivo de la historia. La lista es larga. Démosle un vistazo. Miembro de número director y secretario de la Academia de Historia Militar; Jefe de Hemeroteca Temática especializada (Sala que hoy lleva su nombre): Director y Secretario General de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía; Miembro de número del Instituto de Conmemoración Histórica de Chile; Miembro del Consejo Metropolitano de las Tertulias Medinensis, afines de los ochentas; Socio fundador del Centro de Estudios de Documentación Social de la Universidad de Chile; Socio Fundador del Seminario de Estudios Históricos de Bio Bio; Director del salón «Teniente Merino», del Club de Carabineros de Chile; Director de la Corporación «Hijos de Lebu»; Investigador de la Fundación Arturo Merino Benitez; Colaborador del Museo Histórico Nacional; del Museo Histórico de Valdivia y de la revista «Anuario de la Academia de Historia Militar». Pero además, Alejandro colaboró en el montaje de la Exposición: «Un siglo en la historia social de Chile» (1965) y en la Exposición sobre el «Imperio Austro-Húngaro». En 1981 realiza la Exposición Histórica y Cultural de Lebu en los salones del Gran Hotel Rocha de esta ciudad.
Hijo ilustre de Lebu, sus investigaciones sobre su origen lo llevaron a rectificar definitivamente la fecha fundacional de esta ciudad, correspondiéndole el honor de redactar el texto de la placa conmemorativa. Alejandro Pizarro Soto ha recibido el reconocimiento de la Secretaria Provincial de la Juventud de Arauco en 1980, de Los Alamos en 1986 y de Contulmo en 1993. Ha sido distinguido por la Academia de Historia Militar en 1992 y en 1993. La Sociedad Chilena de Historia y Geografía le otorga en 1992 la medalla «Enrique Matta Vial».
Una vida fructífera donde hubo tiempo y espacio generoso para el cultivo de la historia no podía menos que dejar una obra importante en la historiografía nacional. Su obra histórica la comprenden los siguientes títulos: «origen de los cañones que adornan el Palacio de la Moneda»; «orígenes de la industria carbonífera en Lebu»; Revista «Inculcar», Coronel, 1987; «La Mocha, la islas de las almas resucitadas», Boletin de Cañete, 1989; «Balmaceda a cien años de su muerte» (1991); «Lebu de la Leufumapu a su centenario, 1540-1962», primera edición 1991; segunda edición por Ed Ñielol, 1994; «Breve historia de Contulmo» en conjunto con Iván Contreras Gutierrez, U del Bio Bio- U de Concepción, 1999; «Chile de la tierra al espacio» Fundación Arturo Merino Benitez, 1997; junto a Rafael Perez Cruzado y José Miguel Pozo; «El mar de Lebu y su leyenda», en conjunto con José Luis Pozo; y «Diego Aracena, maestro de vuelo», Fundación Arturo Merino Benitez, 1999.
Pero eso no fue todo.
Fue propietario del archivo quizás más completo existente en el país sobre el tema carbonífero y además de un archivo personal para el estudio de la historia de Chile conformado por más de 1. 570.000 piezas; propietario de una biblioteca sobre la Gran Guerra y sobre la Segunda Guerra Mundial con más de 2. 500 libros, patrimonio que comenzó a formar en 1949, mientras vivía con su esposa Silvia Silva Robles, en su departamento de Calle Bandera, en Santiago de Chile. Lebu, Concepción y Santiago supieron de la vida de Alejandro Pizarro. Sin duda Lebu y Santiago dejaron en él una huella más profunda. Desconozco la impronta que en él dejara Concepción. Pero Lebu lo vio nacer, conoció de sus primeros pasos, niñez e inicios de adolescente. Santiago fue más bien testigo de su adultez y el sitio donde brotó su obra historiográfica. En ella falleció el 3 de noviembre de 1998, dejando inédita, entre otras obras, una biografía de Arturo Alessandri Palma.

EL TRABAJO DEL ESTUDIOSO DE LA HISTORIA

Alejandro Pizarro Soto fue autodidacta en materia de formación histórica. En una ocasión a fines de los años ochenta, en las Tertulias Medinensis, escuché a su hijo Lautaro que consideraba que su padre sabia tanto como un profesor, aunque no hubiese recibido formación para eso. Estoy seguro que era así como dijo su hijo. Sus expresiones me hacen recordar el concepto de Profesor Extraordinario que hace unos 35 años o más manejaba la Universidad de Chile. Según este concepto, cualquier profesional titulado que conocía con profundidad otra disciplina o especialidad, podía ser admitido a enseñarla; entonces, un biólogo que por interés y estudio propio llegara a tener profundos conocimientos de literatura mexicana contemporánea, según este concepto, podía eventualmente ser nombrado Profesor Extraordinario de Literatura en la Universidad. Era el caso de Alejandro. Aunque no había recibido formación histórica en la educación superior, su aprendizaje autodidacta fue acicateado por la curiosidad y llevado de la mano por el estudio riguroso y un tremendo interés por aprender de las fuentes y testimonios del pasado. Sus afanes por conocer lo que había ocurrido con el pasado del hombre en sus más diversas facetas, terminó por modelar en él un agudo estudioso de la historia e historiógrafo ejemplar.
Alejandro admiraba diversas características de la cultura alemana: la disciplina, la seriedad, el tesón con el cual aquél pueblo abordada la vida. Hecho que no debe extrañarnos si consideramos que nuestro amigo estudió en una época en el país donde diversos maestros alemanes habían dejado su huella educativa influyendo en un capitulo completo de la pedagogía chilena a través del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En una mirada de conjunto, el quehacer historiográfico de Alejandro Pizarro comprendió prácticamente medio siglo de vida. La diversidad temática en sus trabajos estuvo vinculada principalmente a la historia de su región, donde su Lebu natal ocupó un lugar de privilegio. Por ello no debe sorprender la preocupación por historiar Contulmo o preocuparse del mar de Lebu y sus leyendas, o por el accionar militar y político del General Cornelio Saavedra Rodriguez en el proceso de ocupación de a Araucanía. En su preocupación por los temas de historia regional siguió con interés el trabajo del académico holandés Maurice van de Maele en Valdivia, quien reconstruyó el Castillo San Luis de Alba a partir de un sitio donde no se advertía nada a simple vista.
Pero los temas de interés que cautivaron a Alejandro también se encontraron en los temas de historia política, ligada a personalidades importantes; de ahí su preocupación por el ex presidente José Manuel Balmaceda Fernández y el ex presidente Arturo Alessandri Palma, (acerca del cual dejó inédita una biografía). Pizarro también se preocupó de biografiar a importantes impulsores de la aeronáutica chilena tales como el Comodoro Arturo Merino Benitez y el General Diego Aracena Aguilar. Desde una perspectiva metodológica, Alejandro escribió textos de historia principalmente descriptivos, muy bien ceñidos al contexto épocas cronológico donde los temas eran abordados. Era muy importante en su forma de trabajo agotar las fuentes de información con respecto a los antecedentes del tema histórico, las preguntas o los objetivos perseguidos con la obra. De ahí que sus trabajos tengan invariablemente fuentes escritas e impresas (cartas y documentos de diversa naturaleza, textos notariales, informes oficiales, periódicos, folletos, mapas, planos, fotografías, dibujos, artículos de revistas especializadas, crónicas y libros). Todo el caudal de fuentes y testimonios del pasado eran explorados para ir respondiendo las preguntas que guiaban la investigación. Sin embargo, Alejandro no solamente trabajaba desde una perspectiva neo positivista. En sus esfuerzos por superar la historia de los episodios sencillos, en su madurez participó de la idea de que la historia no sólo debía preocuparse de los grandes hechos o de los grandes hombres que conducen un país o una comunidad. En efecto, en la presentación de su Lebu. De la Leufumapu a su centenario 1540-1962, Ñielol, 1991, p.6, señaló: «Esta historia de Lebu el autor la ofrece como homenaje a la memoria de la esforzada generación que la fundó y la formó. Al recuerdo de los pioneros del carbón, de sus industriales, de sus comerciantes, de sus gobernantes. Y como su historia no sólo la protagonizaron esos grandes hombres sino que la escribieron todos sus hijos, la ofrezco también al recuerdo de los mineros del carbón, de los balleneros y pescadores de Boca Lebu, de los viejos ferroviarios, todos ellos tan cerca de su corazón por haber compartido sus primeros años de vida entre ellos; a los obreros de Lebu, a los campesinos, a los aledaños, a los humildes, a los anónimos de siempre, a los olvidados hijos de esta hermosa ciudad, que entregaron sus vidas en aras del progreso de su querido pueblo y que hoy yacen enterrados para siempre en las faldas del Cerro Hospital o en las dunas de Boca Lebu norte».
Alejandro estaba convencido de que la historia se escribía para una o dos generaciones de lectores, después de lo cual, sería superada por otros trabajos producto de nuevas investigaciones documentales. Compartimos la sustancia de esta idea. Ya es una cuestión universalmente aceptada que cada generación necesita responder sus propias preguntas con respecto al pasado, producto de sus propias experiencias e inquietudes que van surgiendo en el camino.
Si bien nuestro estudioso se abrió a recoger la contribución del hombre común y corriente a la construcción de la Historia, ello no significó una renuncia a la preocupación del historiador por el individuo. Nunca renunció a considerarlos en sus escritos históricos. En su mencionada Lebu….etc., por citar un caso, al revisar los esfuerzos locales gobiernistas por formar una fuerza militar- la brigada de Lebu-con la cual oponerse al avance de los congresistas, individualizó con nombre y apellido a los trece oficiales de dicho cuerpo. Esta modalidad se repite cuando se formó la primera municipalidad, cuando un empresario buscó carbón y en cuál sector, o bien cuando se formó la primera mutual de artesanos en 1976. Pues bien, la utilidad de esta forma de presentar las cosas reside en que el lector y el estudioso eventualmente pueden pesquisar en los protagonistas secundarios nuevas huellas, aproximaciones o pareceres vinculadas a la materia central por la cual fueron mencionados.
A las anteriores características debemos sumar la honestidad intelectual del historiador. Pizarro no fue hombre que escondiera o no utilizara las fuentes que encontraba disponibles para su trabajo. Estuvo muy lejos de hacer una historia militante, interesada en exhibir interesadas visiones o interpretaciones de los hechos. Por otra parte, afirmaba que su principal obra tenia las limitaciones provenientes de los vacíos documentales producidos por las destrucciones de documentos públicos que las diferencias políticas en la historia chilena habían generado, las destrucciones documentales provenientes de la húmeda geografía de la región, o la desidia de administradores de empresas o de editores que no depositaban las copias de prensa local en la Biblioteca Nacional, cuando la ley obligaba a hacerlo. Finalmente a Alejandro Pizarro le provocaba desconcierto la indiferencia, el desapego y la falta de interés por la historia exhibida por los descendientes de quienes habían forjado el progreso local en Lebu. Esa carencia de amor por la tradición era la que había llevado-en su concepto- a muchos de los descendientes de mineros, comerciantes etc, a destruir documentación particular factible de utilizar en la historia local, haciendo más difícil la conservación de su identidad regional.
Debido a lo anterior, hay un mensaje claro que se desprende del trabajo historiográfico de Alejandro: debemos preocuparnos por nuestra historia porque ella es un eslabón insustituible en el reconocimiento y cultivo de nuestra identidad como nación, como ciudadano de un país, como habitante de una ciudad o de un sector rural, no importando si estás en la aridez de la pampa, el litoral araucano o en el territorio antártico. Afortunadamente, hoy ese es un problema que en Lebu se está enfrentando como corresponde. A nuestro juicio, el motivo que hoy nos reúne aquí es una sencilla manifestación de que se avanza en ese sentido: el cultivo de la historia, el conocimiento de las tradiciones, el reconocimiento de la identidad local, el evocar la obra histórica de un Hijo ilustre de Lebu.

MI AMISTAD CON ALEJANDRO PIZARRO SOTO

Por las necesidades de mi trabajo académico en la Universidad de Concepción, me trasladé a Santiago en 1987, por dos años. Haciendo un perfeccionamiento académico en la Universidad de Chile, la consulta del Archivo y de la Biblioteca Nacional se transformaron en algo diariamente necesario. En una de esas salas de trabajo, el profesor de Español, Mario Alarcón Berney me presentó a Alejandro Pizarro. El coincidente interés por la historia y la preocupación por los problemas de divulgación cultural histórica seguramente ayudaron a que se estableciera entre nosotros una fluida comunicación y una sincera amistad. Naturalmente, en nuestras conversaciones fueron abordándose temas de muy distinta naturaleza, donde no era raro que a veces nos atropelláramos al hablar.
Rápidamente me di cuenta que Alejandro tenia una inteligencia clara unida a una mente rápida y una gran sensibilidad humana y artística. Su conocimiento de la historia nacional y regional sobrepasaba claramente el nivel que uno podía esperar de un profesor dedicado a enseñar estas materias. Desde luego, este juicio debe examinarse a la luz de la época de su vida en que yo lo conocí. él era una persona formada, experimentada y en plena madurez intelectual, finalizando su libro acerca de Lebu, además su obra más importante.
Las conversaciones con Alejandro fueron principalmente al interior de de la Biblioteca Nacional de Santiago, cafés y locales del centro santiaguino y también su casa en Conchalí. En Concepción nos reunimos brevemente una vez que se hallaba de paso.
Recuerdo que reía cuando frente a una carta de vinos yo me detenía en el Tarapacá ex – Zavala, él cual también él apreciaba, entre otros. Es que en nuestras reuniones, al menos hasta cuando su salud se lo permitió, compartimos un buen vino más tinto que la sangre iluminada en una noche de luna llena. Alejandro tenia muy buen humor y una actitud optimista frente a la vida. Y era grato escuchar las anécdotas que recordaba y hacia presentes en nuestras conversaciones. En una ocasión me relató que durante la Primera Guerra Mundial, en algún lugar de la costa de Chile, en un día con bastante niebla un buque de guerra alemán fue sorprendido por un buque de guerra chileno que exigió identificación. Las señales o el sistema de comunicación del buque alemán respondieron inmediatamente mientras huía diciendo:»Soy el Caleuche». La consulta de la prensa nacional, local y sus diversas lecturas, le proporcionaban un arsenal de conocimientos de cuestiones de detalle que sabia administrar con mucho acierto. Generoso con su conocimiento, Alejandro no dudó un instante en ayudarme cuando redactaba mi tesis de postgrado. El hecho de que él hubiera vivido los días de la II Guerra Mundial en Chile, significaba para mi un testimonio abierto de diversos fenómenos que me había propuesto investigar. En esa época yo historiaba las reacciones chilenas frente al espionaje alemán realizado en nuestro país con ocasión de la Guerra Mundial. No fue sencillo reconstruir la nomina de agentes de inteligencia y colaboradores que en aquella época reunían información acerca de embarques de materias primas estratégicas desde Chile hacia los EEUU. Alejandro había conocido a uno de ellos: Guillermo Gómez Rosenfeldt o Roosevelt, quien nada menos era Prefecto de la Policia Civil en Valparaiso cuando recibía 100 dólares mensuales por colaborar con la inteligencia alemana. La información de Alejandro me sirvió para contrastarla con la proveniente de la historiografía norteamericana de os años ochenta, la cual también había identificado al policía involucrado en esas tareas durante el conflicto.
Durante su juventud, Alejandro Pizarro había mostrado también simpatías por el nacionalismo chileno y por diversos aspectos de la cultura alemana. Lo primero lo expresó, entre otras formas, a través, de su admiración por el ex presidente Carlos Ibáñez del Campo (1927-31 y 1952-58), a quien conoció personalmente. Lo segundo lo transmitía en su agrado por la música de Wagner. Recuerdo que en una ocasión, a propósito del tema musical Badenweiler, me explicaba que sólo era tocado con ocasión del cumpleaños del Führer. A propósito de la Alemania Nacionalsocialista, Alejandro, cuando era joven, estando convaleciente de una enfermedad en el hospital, se emocionó hasta las lágrimas al enterarse de la derrota militar del tercer reich. Naturalmente su simpatía por Alemania trascendía el momento político y ciertamente no tenia nada que ver con los excesos del nacionalsocialismo alemán y sus persecuciones a los judíos, los socialdemócratas etc.
Alguna vez miró con simpatía el accionar del caudillo nacionalsocialista chileno Jorge González von Marées, quien evolucionó hacia el socialismo en 1939 y hacia el liberalismo en los años cincuenta. Pero la sensibilidad de Alejandro no siguió las aguas del líder nacista.
No conozco mucho de sus simpatías por Ibáñez. Historiografió a personas cercanas al caudillo. Pero parece no haber desarrollado un especial interés por don Carlos. Hasta donde conozco no tuvo un particular interés en ese tema.
Alejandro era idealista. Cuando lo conocí el país se hallaba bajo el gobierno militar. Y él más bien tenia en mente un ideal de sociedad muy cercana al comunismo, por cierto, sin los excesos genocidas de estalinismo o cualquiera otra cosa que se le pareciera. Nuestro amigo era tolerante. Un hombre convencido de lo importante que era la influencia del Estado en la sociedad nacional. No puedo precisar cuantas semanas antes de fallecer lo vi por última vez. Fue en el aeropuerto de Carriel Sur. Nos cruzamos en la losa del aeropuerto. Yo iba hacia Punta Arenas. Él llegaba a Concepción para dirigirse a Lebu. Fue una tremenda alegría. Nos abrazamos, saludamos y nos deseamos suerte en nuestras respectivas tareas. Entonces yo ignoraba que seria la última vez que nos veíamos. El tiempo ha transcurrido y hoy siento que a través de este modesto homenaje de alguna forma estamos cumpliendo un propósito efectivo y académico con quien tanto entregó a la historia regional.
Que se escuche fuerte este testimonio en su Lebu Natal.
Alejandro Pizarro Soto. No te hemos olvidado
He dicho.

(1) En toda esta introducción, salvo indicación en contrario, la información principal fue proporcionada por Rodrigo Verdugo Pizarro y Patricia Pizarro Silva.

(2) Información proporcionada por Zinnia Nuñez Pincheira y Zinnia Ollier Núñez.

Fuente: http://traslahuelladelebu.blogspot.com/2010/10/jose-alejandro-pizarro-soto-y-el-oficio.html

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